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Calle del mar
3 participantes
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Calle del mar
Esta historia, como tantas otras, empieza alrededor de un adiós, esta vez junto al mar.
—Un mar que nunca fue nuestro.
El ocaso, tierno y cruel al mismo tiempo, enmarcaba la imagen. No hay dolor más dulce que el provocado por un adiós. Las olas se alzaban recortándose en el cielo, como queriendo escapar de un destino demasiado sencillo para su magnificencia.
Era invierno, frío y hostil. Caminaban solos por la arena el uno junto al otro, como en los viejos tiempos, solo que ahora les unía precisamente la distancia, una distancia alimentada con palabras frías y encuentros evitados que se hacía cada vez más patente. La brisa esculpía sus rostros y les regalaba el perfume de los sueños aliñados con la sal de la vida.
—No pretendíamos nada más que despedirnos, pero a veces cuesta demasiado…
Asomaban las primeras estrellas. La noche se iba fraguando al ritmo de las olas, de suspiros descompasados, de sonrisas forzadas y frases inacabadas, de palabras sin decir. Sus miradas se buscaban con urgencia controlada y sus cuerpos intentaban alejarse, luchando contra un magnetismo sobrenatural que los mantenía cerca y a la vez tan lejos el uno del otro.
(Continuará)
—Un mar que nunca fue nuestro.
El ocaso, tierno y cruel al mismo tiempo, enmarcaba la imagen. No hay dolor más dulce que el provocado por un adiós. Las olas se alzaban recortándose en el cielo, como queriendo escapar de un destino demasiado sencillo para su magnificencia.
Era invierno, frío y hostil. Caminaban solos por la arena el uno junto al otro, como en los viejos tiempos, solo que ahora les unía precisamente la distancia, una distancia alimentada con palabras frías y encuentros evitados que se hacía cada vez más patente. La brisa esculpía sus rostros y les regalaba el perfume de los sueños aliñados con la sal de la vida.
—No pretendíamos nada más que despedirnos, pero a veces cuesta demasiado…
Asomaban las primeras estrellas. La noche se iba fraguando al ritmo de las olas, de suspiros descompasados, de sonrisas forzadas y frases inacabadas, de palabras sin decir. Sus miradas se buscaban con urgencia controlada y sus cuerpos intentaban alejarse, luchando contra un magnetismo sobrenatural que los mantenía cerca y a la vez tan lejos el uno del otro.
(Continuará)
wanda- Veterano/a
- Mensajes : 192
Fecha de inscripción : 13/05/2018
Re: Calle del mar
Interesante. Bien escrito. Espero por el resto.
Creo que este tema deberia ir en el subforo de "Literatura" y no en "De todo". Es reductivo para la calidad que tiene.
Saludos.
Creo que este tema deberia ir en el subforo de "Literatura" y no en "De todo". Es reductivo para la calidad que tiene.
Saludos.
Dorogoi- Magna Cum Laude
-
Mensajes : 13982
Fecha de inscripción : 16/05/2017
Edad : 72
Localización : Earth planet
Re: Calle del mar
Gracias por tus comentarios, Dorogoi.
Estuve pensando dónde ubicar este texto, si en la sección literatura o aquí, y pensé que la sección literatura me quedaba enormemente grande. Creo que encaja mejor aquí. Además, creo que la sección "de todo" es más visitada y este hilo puede puede recibir algunos comentarios más, que siempre agradeceré.
Un saludo.
Estuve pensando dónde ubicar este texto, si en la sección literatura o aquí, y pensé que la sección literatura me quedaba enormemente grande. Creo que encaja mejor aquí. Además, creo que la sección "de todo" es más visitada y este hilo puede puede recibir algunos comentarios más, que siempre agradeceré.
Un saludo.
wanda- Veterano/a
- Mensajes : 192
Fecha de inscripción : 13/05/2018
Re: Calle del mar
Todo, absolutamente todo: el olor a mar que desprendía aquel Mediterráneo que les pisaba los talones, el viento que unía sus cabellos enredándolos como metáfora de sus vidas, el vacío de un cielo gris sinónimo de nostalgia, la soledad de aquella playa, de aquel paseo; el frío y la humedad que, superando todos los obstáculos, se instalaban en lo más íntimo de aquella estancia profunda y misteriosa, el alma.
Llegó la oscuridad de la noche y aún no habían resuelto la acción que les había llevado hasta allí, el presagio de las horas que tenían por delante. Horas, solamente horas.
—Cuando nuestro mundo se acabe, ¿nos volveremos a encontrar? —preguntó ella.
—No —respondió él secamente.
A veces era duro como un roble, otras veces se dejaba vencer. Este era su mecanismo de supervivencia. Cuando se acercaban demasiado el uno al otro, cuando temía que podía perder, se fortalecía delimitando entre ambos una frontera de orgullo y palabras punzantes como dagas que lo hacían impenetrable. Nada, excepto ella, le impedía volver la vista atrás. Nunca miraba hacia atrás excepto por ella.
Y, ¿qué más puedo contar? No lo sé. De hecho, la historia podría finalizar en este instante, pero no puedo dejar escapar la oportunidad de volver a empezar, intentando aclarar tantas dudas.
Quiero destruirlo todo e inventarlo de nuevo.
(continuará)
Llegó la oscuridad de la noche y aún no habían resuelto la acción que les había llevado hasta allí, el presagio de las horas que tenían por delante. Horas, solamente horas.
—Cuando nuestro mundo se acabe, ¿nos volveremos a encontrar? —preguntó ella.
—No —respondió él secamente.
A veces era duro como un roble, otras veces se dejaba vencer. Este era su mecanismo de supervivencia. Cuando se acercaban demasiado el uno al otro, cuando temía que podía perder, se fortalecía delimitando entre ambos una frontera de orgullo y palabras punzantes como dagas que lo hacían impenetrable. Nada, excepto ella, le impedía volver la vista atrás. Nunca miraba hacia atrás excepto por ella.
Y, ¿qué más puedo contar? No lo sé. De hecho, la historia podría finalizar en este instante, pero no puedo dejar escapar la oportunidad de volver a empezar, intentando aclarar tantas dudas.
Quiero destruirlo todo e inventarlo de nuevo.
(continuará)
wanda- Veterano/a
- Mensajes : 192
Fecha de inscripción : 13/05/2018
Re: Calle del mar
Ya me tienes enganchado Wanda , y no creo que te quede demasiado grande en literatura. Saludos.
CIKITRAKE- Magna Cum Laude
- Mensajes : 5294
Fecha de inscripción : 28/04/2017
Edad : 16
Re: Calle del mar
CIKITRAKE escribió:Ya me tienes enganchado Wanda , y no creo que te quede demasiado grande en literatura. Saludos.
Gracias por estar ahí. Voy con la siguiente entrega.
wanda- Veterano/a
- Mensajes : 192
Fecha de inscripción : 13/05/2018
Re: Calle del mar
1. El hogar
Era una ciudad pequeña y acogedora, blanca y azul. Reinaba con autoridad indiscutible "La Punta", convertida en un símbolo que iba más allá de su papel meramente eclesiástico. Se erigía sobre el mar como un faro, mientras una gran escalinata de piedra la convertía en asequible al mundo humano. Y, bajo esta, una gran alfombra por donde pasear. A un lado, el mar y su mística; al otro, las miserias humanas en forma de calles estrechas de subidas y bajadas, con viviendas blancas y azules. Como el mar.
Lo mejor, como siempre, estaba justo detrás del telón. La idiosincrasia de sus habitantes los convertía en únicos. Alimentados por todo tipo de culturas, habían forjado un carácter abierto pero reticente a los cambios. Ser un lugareño de esa pequeña ciudad apodada "la blanca" se convertía en un anhelo para muchos y en un hándicap para otros, pero nadie se mostraba indiferente a esta posibilidad.
Ella vivía en la calle del Mar. Un portal ancho, de piedra y en forma de arco, daba la bienvenida a todos los que se querían acercar. Dentro, un gran recibidor con cuatro sillas de madera y mimbre, todas diferentes, alguna tubería antigua y mucha humedad. En aquel rincón se concentraba toda su infancia, aquellas tardes de verano entretenida en juegos inocentes, aquellas conversaciones de mayores. Todo: el aire, el olor a mar y a flores, la intensa luminosidad de los veranos, absolutamente todo era un reflejo de aquella etapa feliz y despreocupada de su infancia.
Un poco más allá, una escalera estrecha con una barandilla de hierro forjado conducía a las estancias de la casa, un hogar de piedra y de madera, sencillo, puro y auténtico.
Presidía el comedor una chimenea que en invierno era el centro de sus vidas y en verano hibernaba. Dos antiguos sofás tapizados de terciopelo verde oscuro eran los lugares de honor y se requería de un cierto estatus para sentarse en ellos. El resto del mobiliario se componía de una antigua alacena y una gran mesa de madera alrededor de la cual se disponía una serie de sillas a juego. ¡Cuántos almuerzos se celebraron en aquella estancia, ahora prácticamente en desuso!
(continuará)
Era una ciudad pequeña y acogedora, blanca y azul. Reinaba con autoridad indiscutible "La Punta", convertida en un símbolo que iba más allá de su papel meramente eclesiástico. Se erigía sobre el mar como un faro, mientras una gran escalinata de piedra la convertía en asequible al mundo humano. Y, bajo esta, una gran alfombra por donde pasear. A un lado, el mar y su mística; al otro, las miserias humanas en forma de calles estrechas de subidas y bajadas, con viviendas blancas y azules. Como el mar.
Lo mejor, como siempre, estaba justo detrás del telón. La idiosincrasia de sus habitantes los convertía en únicos. Alimentados por todo tipo de culturas, habían forjado un carácter abierto pero reticente a los cambios. Ser un lugareño de esa pequeña ciudad apodada "la blanca" se convertía en un anhelo para muchos y en un hándicap para otros, pero nadie se mostraba indiferente a esta posibilidad.
Ella vivía en la calle del Mar. Un portal ancho, de piedra y en forma de arco, daba la bienvenida a todos los que se querían acercar. Dentro, un gran recibidor con cuatro sillas de madera y mimbre, todas diferentes, alguna tubería antigua y mucha humedad. En aquel rincón se concentraba toda su infancia, aquellas tardes de verano entretenida en juegos inocentes, aquellas conversaciones de mayores. Todo: el aire, el olor a mar y a flores, la intensa luminosidad de los veranos, absolutamente todo era un reflejo de aquella etapa feliz y despreocupada de su infancia.
Un poco más allá, una escalera estrecha con una barandilla de hierro forjado conducía a las estancias de la casa, un hogar de piedra y de madera, sencillo, puro y auténtico.
Presidía el comedor una chimenea que en invierno era el centro de sus vidas y en verano hibernaba. Dos antiguos sofás tapizados de terciopelo verde oscuro eran los lugares de honor y se requería de un cierto estatus para sentarse en ellos. El resto del mobiliario se componía de una antigua alacena y una gran mesa de madera alrededor de la cual se disponía una serie de sillas a juego. ¡Cuántos almuerzos se celebraron en aquella estancia, ahora prácticamente en desuso!
(continuará)
wanda- Veterano/a
- Mensajes : 192
Fecha de inscripción : 13/05/2018
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