Coronavirus, la verdad es que toda nuestra existencia cambiará.

Hola,
traduje esto del italiano que, a su vez, fue traducido de una escritora polaca. Me gustò y quise compartirlo en español.

Saludos.

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Coronavirus, la verdad es que toda nuestra existencia cambiará para nosotros.

Ante nuestros ojos, el paradigma de la civilización se disuelve como la niebla en el sol: que somos los Señores de la Creación, podemos todo y el mundo nos pertenece.

por Olga Tokarczuk

Desde mi ventana veo una morera blanca, es un árbol que me fascina y fue una de las razones por las que me mudé aquí. La morera es una planta generosa: durante la primavera y durante todo el verano alimenta a docenas de familias de pájaros con sus frutas dulces y saludables. Pero ahora el morera no tiene hojas, así que puedo ver un tramo del camino silencioso por el que rara vez pasa alguien, caminando hacia el parque. En Breslavia es prácticamente verano, brilla un sol cegador, el cielo es azul y el aire está limpio. Hoy, durante la caminata con el perro, vi dos urracas echando a un búho de su nido. Nos miramos, el búho y yo, a menos de un metro de distancia.

Tengo la impresión de que incluso los animales esperan lo que sucederá. Para mí, desde hace mucho tiempo, el mundo era demasiado. Demasiado, demasiado rápido, demasiado ruidoso. Así que no tengo el "trauma de aislamiento" y no sufro por no poder encontrar a nadie. No me importa que los cines hayan cerrado, soy indiferente de que los centros comerciales estén fuera de servicio. Quizás solo si pienso en todos aquellos que han perdido su trabajo con esto. Cuando escuché sobre la cuarentena preventiva, sentí algo de alivio y sé que muchos lo sienten, aunque si se avergüenzan. Mi introversión, forzada y maltratada por los dictados de los extrovertidos hiperactivos, se dió  una desempolvada y salió del armario.

Veo al vecino desde la ventana, un abogado siempre muy ocupado y hace poco lo veìa salir temprano por la mañana para ir al tribunal con su toga apoyada en su brazo. Ahora lleva un overol holgado y pelea con una rama en el jardín, tal vez ha comenzado a limpiar. Veo a un par de muchachos paseando con un perro viejo que desde este invierno casi no caminaba. El perro se arrastra sobre sus piernas, pero ellos, pacientes, le hacen compañía desacelerando el paso tanto como sea posible. El camión de basura recoge las bolsas con gran ruido.

La vida fluye, de acuerdo, pero a un ritmo completamente diferente. Acomodé el armario y llevé los periódicos que ya había leído al contenedor de los papeles. Trasplanté las flores. Retiré la bicicleta del ciclista. Cocinar me hace feliz. Insistentemente me vueven a la mente recuerdos de mi infancia, cuando había mucho más tiempo y era posible "desperdiciarlo", mirando por la ventana durante horas, observando hormigas, permaneciendo debajo de la mesa imaginando que era un arca. O leyendo una enciclopedia. ¿O no será que hemos vuelto a un ritmo de vida normal? ¿Que el virus no es la alteración de la norma, sino todo lo contrario, que ese mundo febril antes del virus era anormal? El virus también nos recordó algo que negamos apasionadamente: que somos seres frágiles, construidos con la materia más delicada. Que morimos, que somos mortales. Que no estamos separados del mundo con nuestra "humanidad" y excepcionalidad, sino que el mundo es parte de una gran red a la que pertenecemos, conectados a otros seres a través de un hilo invisible de responsabilidad e influencia. Que dependemos de nosotros mismos y, más allá de lo lejos que esté país del cual venimos, el idioma que hablamos o el color de nuestra piel, de todos modos nos enfermamos, de todos modos tenemos miedo y de todos modos morimos.

Nos hizo comprender que, independientemente de cuán débiles e indefensos nos sintamos ante los peligros, hay a nuestro alrededor personas más débiles que necesitan ayuda. Nos recordó cuán delicados son nuestros padres ancianos y abuelos y cuanto tengan derecho al nuestro cuidado. Nos ha demostrado que nuestra movilidad frenética pone en peligro el mundo. Y ha evocado esa pregunta que rara vez tuvimos el coraje de preguntarnos: ¿qué estamos realmente buscando?

El miedo a la enfermedad, por lo tanto, nos hizo regresar de ese camino enredado y nos obligó a recordar la existencia del nido del que venimos y donde nos sentimos seguros. E incluso si fuéramos quizàs como viajeros extraordinarios, en una situación como esta, buscaríamos refugio en una casa. Con esto, se han revelado verdades tristes: que en tiempos de peligro, el pensamiento vuelve a las categorías cerradas y exclusivas de naciones y fronteras. En este momento difícil se vió cuán débil sea, en práctica, la idea de comunión europea. La Unión, de hecho, ha renunciado al juego y dejó las decisiones en tiempos de crisis a los Estados nacionales. Considero que cerrar las fronteras es una de las mayores derrotas de estos tiempos difíciles: volvieron el viejo egoísmo y las categorías de "nosotros" y "ellos", o sea, eso que hemos combatido en los últimos años con la esperanza de que nunca más habrìa formado nuestro pensamiento. El miedo frente al virus trajo automáticamente a la mente las condiciones atávicas más triviales, que los culpables son otros y que ellos, siempre de otro lugar, traen el peligro. En Europa el virus viene "de", no es nuestro, es extranjero. En Polonia, todos los que han regresado del extranjero se han vuelto sospechosos.

La ola violenta del cierre de las fronteras, las monstruosas colas en los cruces fronterizos para muchos jóvenes han sido seguramete un shock. El virus nos recuerda: las fronteras existen y están bien. También sabemos que el virus nos recordará rápidamente otra vieja verdad, cuán verdaderamente no somos iguales. Algunos de nosotros vuelan con aviones privados a casa en una isla o estàn aislados en el bosque, otros permanecen en la ciudad para trabajar en una planta de energía o un acueducto. Otros aún arriesgarán la salud trabajando en tiendas y hospitales. Algunos ganarán con la epidemia, otros perderán sus ahorros de toda la vida. La crisis, cuando llega, compromete aquellas reglas que nos parecieron estables, muchos países no podrán gestionarla y, ante su descomposición, se despertarán òrdenes nuevos, como suele suceder a menudo después de las crisis. Nos quedamos en casa, leemos los libros y vemos las series en televisión, pero en realidad nos estamos preparando para la gran batalla por una nueva realidad que ni siquiera somos capaces de imaginar, dándonos cuenta lentamente de que nada será como antes.

La situación de cuarentena obligatoria y el acuartelamiento familiar en el hogar tal vez nos hagan comprender algo que realmente no querremos admitir, es decir, que la familia nos cansa, que los lazos matrimoniales se han aflojado desde hace tiempo. Nuestros hijos saldrán de la cuarentena dependientes de Internet y muchos de nosotros entenderàn la inutilidad y la esterilidad de la situación en la que mecánicamente y por inercia permanecen bloqueados. ¿Y qué decir si aumentarà el número de asesinatos, suicidios y enfermedades mentales?

Ante nuestros ojos se disuelve como la niebla en el sol el paradigma de la civilización que nos ha formado en los últimos doscientos años: que somos los señores de la Creación, podemos todo y el mundo nos pertenece.

Estàn llegando tiempos nuevos.

Ufffffffffffffffff... me gustó también.

No ha sido fácil. Este minúsculo virus puso el mundo de cabeza en muy poco tiempo y nos obligó a detenerlo todo.

"Ante nuestros ojos se disuelve como la niebla en el sol el paradigma de la civilización que nos ha formado en los últimos doscientos años: que somos los señores de la Creación, podemos todo y el mundo nos pertenece".Esta frase es muy cierta. A pesar de los avances tecnológicos, médicos y científicos, este bicho nos recordó la fragilidad humana, la vulnerabilidad y que, sin importar la raza, género, riqueza ni el grado académico, todos somos seres humanos indefensos ante esta amenaza desconocida hasta ahora.

Tristemente, siempre hay oportunistas (políticos y civiles) que aprovechan los tiempos de crisis e incertidumbre para sacar ventaja indebida, pero también, en tiempos tan raros y complicados, aflora la solidaridad, la generosidad, la gratitud.

A mí, esta pandemia, además de sacar a relucir todos los estados de ánimo posibles (un minuto estoy zen, al otro mística, al otro angustiada, al que sigue asustada, luego triste, luego esperanzada, luego molesta, luego agradecida...) ya me ha transformado, me ha hecho recordar qué es lo que de verdad importa y cuáles son mis prioridades.

"Si la situación es buena, disfrútala. Si es mala, transfórmala, si no puede ser transformada, transfórmate tú" (V. Frankl)

Farisha escribió:Ufffffffffffffffff... me gustó también.

No ha sido fácil. Este minúsculo virus puso el mundo de cabeza en muy poco tiempo y nos obligó a detenerlo todo.

"Ante nuestros ojos se disuelve como la niebla en el sol el paradigma de la civilización que nos ha formado en los últimos doscientos años: que somos los señores de la Creación, podemos todo y el mundo nos pertenece".Esta frase es muy cierta. A pesar de los avances tecnológicos, médicos y científicos, este bicho nos recordó la fragilidad humana, la vulnerabilidad y que, sin importar la raza, género, riqueza ni el grado académico, todos somos seres humanos indefensos ante esta amenaza desconocida hasta ahora.

Tristemente, siempre hay oportunistas (políticos y civiles) que aprovechan los tiempos de crisis e incertidumbre para sacar ventaja indebida, pero también, en tiempos tan raros y complicados, aflora la solidaridad, la generosidad, la gratitud.

A mí, esta pandemia, además de sacar a relucir todos los estados de ánimo posibles (un minuto estoy zen, al otro mística, al otro angustiada, al que sigue asustada, luego triste, luego esperanzada, luego molesta, luego agradecida...) ya me ha transformado, me ha hecho recordar qué es lo que de verdad importa y cuáles son mis prioridades.

"Si la situación es buena, disfrútala. Si es mala, transfórmala, si no puede ser transformada, transfórmate tú" (V. Frankl)

Hola Farisha,
me alegro que te haya gustado. Coincido en que es muy centrada esa frase.

También lo de las fronteras y que en tiempos de peligro, el pensamiento vuelve a las categorías cerradas y exclusivas de naciones y fronteras. Nos llenamos la boca hablando de que somos todos iguales, que debemos ser un solo planeta con una globalizaciòn radical, que se deben eliminar las fronteras, pero al menor peligro corremos a casa y cerramos las puertas de nuestras casa y de nuestros paìses a cualquiera que quiera entrar, aun sabiendo que necesita ayuda; que si otra persona quiere entrar seguro que nos trae los virus. Jamàs pensamos que nosotros podemos contagiarlo. Los virus son siempre de otros, nunca podrìan ser "nuestros", aunque estemos pululando de piojos. Nos creemos diferentes e inmaculados. Somos nacionalistas. Somos de origen racistas, egoistas e indiferentes al dolor de los demas, aunque en tiempos buenos nos llenemos de buenas intenciones; preferimos acaparar lo innecesario con tal de sentirnos protegidos.

Esto nos da una lecciòn que no olvidaremos.

Te saludo y espero que tù y los tuyos anden bien. Cuìdate.

Hola Doro,

Sin duda, este bicho nos está dando una lección que no olvidaremos; conlleva una gran lección de humildad, que no sé si todos seremos capaces de aprender, pero sin duda, seremos distintos cuando todo se normalice y el mundo será distinto. No necesariamente va a ser un mundo "mejor", pero habrá cambiado.

Me da miedo pensar en que esto se prolongue y surjan radicalizaciones y totalitarismos tan peligrosos como los que el mundo ya ha vivido antes, so pretexto de "buscar el bien común sobre el bien particular". Cuando uno ve que la gente es tan ignorante o egoísta o no sé si simplemente malvada o estúpida y no se toma en serio la gravedad de la situación y no obedece los exhortos de las autoridades para quedarse en casa y se les ve paseando tan contentos o yendo "de vacaciones" a la playa o a otras ciudades o yendo a hacer la compra con toda la familia como si fuera el paseo dominical (incluyendo niños pequeñitos que todo lo chupan y se llevan a la boca), de verdad que dan ganas de que se les sancione y se tomen medidas severas para controlarles... hay ocasiones en las que la única forma de hacer que una situación que se desmadra por culpa de la masa de gente bruta incivilizada, se controle a favor del interés general, es restringiendo las libertades personales... pero qué peligroso es eso.

Un abrazo, Doro.

Hola,
dejando de lado la publicidad, el video està interesante.